Núria tiene 63 años y lleva más de una década cuidando de los gatos que otros han abandonado. Desde que se jubiló, dedica sus días —y muchas noches— a alimentar, esterilizar y proteger a les mishis que viven cerca de su casa, en una urbanización donde las colonias felinas han ido creciendo con el tiempo.
El primer gato que cuidó era de un vecino que se mudó y dejó al animal en el terreno, como si su vida no importara. Desde entonces, Núria ha visto cómo se sumaban más y más gatas y gatos, fruto del abandono y la falta de control. “Ellos no tienen la culpa de nada”, dice con lágrimas en los ojos.
Sin embargo, su compasión no siempre es bien recibida. Una tarde, mientras alimentaba a los pequeños, una patrulla de policía local la increpó. “Si sigues alimentándolos, te multaremos”, le advirtieron. Cuando ella preguntó quién cuidaría de ellos si ella no lo hacía, la respuesta fue contundente: “No es nuestro problema”. Desde entonces, Núria sale de noche, con miedo, porque sabe que sin su ayuda esos gatos no sobrevivirán.

La eutanasia no es la solución
En una de nuestras visitas a sus colonias, Núria nos mostró a un michi negro con los ojos llorosos y moquitos, víctima del frío intenso. “Quieren matar a este gato”, nos dijo señalándolo. Su veterinario, al ver el vídeo del pequeño, le explicó que, debido a la nueva normativa —la Ley 666 aprobada este enero—, no se pueden suministrar antibióticos sin una visita previa al centro veterinario. Además, los ayuntamientos no cubren tratamientos para animales sin propietario.
“Eso es imposible”, insiste Núria. “Todos los gatos que viven en la calle tienen riesgo de enfermar. ¿Cómo se supone que vamos a ayudarlos si no podemos acceder a medicamentos?” Cada mes, Núria gasta más de 200 euros en comida, esterilizaciones y medicamentos o visitas veterinaria. Su economía se resiente, pero moralmente no puede dejar de ayudarlos.
Un problema colectivo y una solución ética
Historias como la de Núria son más comunes de lo que parece. Personas compasivas como ella asumen la responsabilidad que debería recaer en las administraciones. La Ley 7/2023 establece que los municipios deben gestionar éticamente las colonias felinas mediante programas CER (Captura, Esterilización y Retorno), pero muchas localidades no tienen ni los recursos ni la voluntad política para aplicarla.
Desde Mishilovers queremos cambiar esto. Trabajamos para que los ayuntamientos puedan asumir la gestión ética de las colonias, bajo un control profesional que impartimos nosotras, y con ayudas específicas para las gestoras de colonias. Nuestro objetivo no es solo aliviar la carga económica de quienes cuidan a estos pequeños seres indefensos, sino también ofrecerles la oportunidad de transformar sus vidas. Imaginamos un futuro donde personas como Núria puedan convertir esta labor tan enriquecedora en una forma de vida digna, cuidando de quienes más lo necesitan. ho necessiten.
Núria no busca reconocimiento, pero sí algo de justicia. Nos despedimos de ella con una frase que repite como un mantra: “La eutanasia no es la solución”.
Deja una respuesta